Altaj Oron


Novela de género Fantástico que consta de 3 libros:

1) El Gran Golfo (completo)          2) La Tabla (completo)          3) La Hoja de Amon


Altaj Oron
 Alto Dorado



Ene de ĉiuj finoj, eĉ la plej netolerebla por mensoj, danci la tuta vivo.
Vi dancos blinda"

En el seno de todo final, hasta del más intolerable para las mentes, danza la vida toda.
Deberás danzar a ciegas”



Dibujo de La Tabla

Mapa del Gran Golfo



Altaj Oron es ese universo de múltiples planos que atraviesa la realidad y que está transcurriendo en este instante mientras jugás tu personaje de lector.
Lo que vas a leer es una historia de amor. No pretendo que sea original; sí, verdadera.
Te invito a que te animes a entrar en esta historia, en este mundo, no de forma lineal sino con la conciencia de que la línea de tiempo que se relata no es más que una, y la menos importante, entre todas las que suceden en simultáneo. Casi como nuestro cotidiano, que es la pequeña porción de realidad donde decidimos pararnos para mirar la vida y que sabemos que hay muchas más porciones interviniendo a nuestro alrededor.
Yo no soy escritor, solo busqué transcribir lo que se me permitió aprender a observar y a escuchar, porque aquel pequeño planeta del espacio exterior donde hoy juegan juntos el niño, el adolescente, el adulto y el anciano (y que está impreso en estas hojas) volvió a orbitar en el extenso universo de mi alma.
¡Bienvenidos!


Apéndices

(1)
 Tom y Deger

Fue así que desde aquella escena debajo del Cruce Principal, donde Tom había quedado inconsciente y los halcones habían rescatado a Astrid de las manos de Deger, este dúo no se volvió a encontrar. Si bien para la historia de Astrid estos dos jóvenes fueron solo un eslabón importante, pero solo un eslabón; para ellos, Astrid era la que daba sentido a sus vidas y siempre fue el motivo por el cual se levantaban cada mañana. Ella generó que la relación entre ambos se convierta en dependencia y en un lazo profundo, pero enfermizo y maligno, para cada uno de ellos. Muchas veces quisieron prescindir uno del otro, pero ante cualquier situación no podían pensarse solos.
Cuando Deger logró desprenderse de los halcones, salió corriendo como pudo y dejó a Tom tirado en el suelo. Se fue hasta su casa y no salió por unos días. Cuando curó sus heridas salió a la calle nuevamente a buscarla y lo hizo día y noche. La buscó como nunca antes, y ante cada fracaso, su interior se cargaba de más violencia. No entendía por qué no la encontraba, pero jamás pensó que podría haberse ido de Mimante. Los días pasaron y su energía se iba perdiendo, entonces lo tomó una fuerte depresión que hizo que ni siquiera se ocupe de su propia higiene. Cuando lo tomaba el brote de euforia tenía tanta violencia contenida que agredía a cuanta mujer se le cruzaba y nada lo saciaba. Para la gente del pueblo ya era alguien peligroso. Ante tanto rechazo por parte de la gente, los picos de depresión eran cada vez más hondos y sus brotes eufóricos más violentos. En uno de ellos, recordó al vagabundo del callejón y fue desesperado a vengarse por haberlo alejado de Astrid. No se sabe si se desorientó por su estado o qué sucedió, pero jamás volvió a encontrar el callejón. Es más, le preguntaba a la gente y nunca nadie había visto algo semejante en todo Mimante. Esto lo volvió loco y su mente perdió todo contacto con la realidad.
Cuando Tom al fin pudo moverse por sí mismo aquella tarde, se arrastró hasta un médico cercano que lo curó como pudo. Los últimos golpes que Deger le había dado en la cabeza le atrofiaron la parte izquierda de su cuerpo y desde entonces caminó arrastrando la pierna y su brazo era inútil. Cuando volvió a las calles sintió con certeza adentro suyo que no volvería a ver a Astrid y desde ese momento lloró. Comenzó a deambular por el pueblo y a recitar poesías espontáneas dedicadas a ella. Recorrió todos los lugares donde la había visto, o le había pegado, o donde casi había llegado a tocarla o a espiarla y su dolor crecía, y su poesía era cada vez más trágica, melancólica y lastimosa, y recitó más y lloró. Hasta el día que llegó frente a la choza que era de Astrid abajo del Cruce Principal y decidió quedarse ahí para siempre. Entró, se recostó, se echó a llorar y no volvió a salir.
El día en que Astrid y Xerjo se encontraron en Arise-Dol, Tom entró en un sueño profundo y dejó de llorar, y a Deger lo tomó el pico de euforia más alterado que tuvo hasta el momento. Desencajado, la primera imagen que se le cruzó en su cabeza fue la del Cruce Principal y allá fue. Cuando estuvo frente a la choza sus ojos se eyectaron y estaban a punto de explotar. Sin dudarlo, tomó todo lo que tuvo cerca y prendió fuego la choza mientras gritaba a carcajadas y de sus ojos no dejaban de caer lágrimas de dolor. El fuego no demoró en consumirla por los materiales precarios con que estaba construida y lo hizo más rápido de lo que Deger hubiera querido. Lo que éste no sabía es que adentro estaba Tom profundamente dormido y que cuando empezó a gritar de dolor por las quemaduras, ya el fuego estaba muy avanzado. Cuando Deger reconoció los gritos, como unido por un lazo irrompible, se lanzó sin pensarlo adentro de la choza para tratar de sacar a Tom con vida, pero cuando estuvo adentro el fuego pareció lanzarse sobre sus ropas y no los dejó escapar.
Desde arriba del Cruce solo se pudo ver una humareda y cuando los primeros curiosos llegaron solo quedaban las cenizas. Estaba todo tan consumido que nadie notó que entre las cenizas estaban las de dos personas y dejaron todo como estaba. Rápidamente todo volvió la normalidad en Mimante. A los pocos días, una intensa lluvia en las cimas de las montañas hicieron que el Río Escarpado llegue a al pueblo bastante caudaloso y fue éste el que se ocupó de no dejar un solo rastro ni marca de lo sucedido y de lavar las almas de estos dos jóvenes, de este eterno dúo perseguidor de Astrid.

(2)
Hil-Helem

Fue así que de los ojos de Hil-Helem continuaban cayendo lágrimas. Cuando escuchó el grito de Milor, giró y se puso de pie en el muelle que no dejaba de crujir ante cada uno de sus movimientos. Por momentos, ver cabalgar a Parko de espaldas, le traía el recuerdo del cuerpo de Xerjo recostado ante ella. Suspiró y el aire parecía no querer salir de su pecho. Observó cómo el caballo se alejó y con él, su posibilidad de volver a verlo. Cuando lo perdió de vista por completo, se sentó con los pies en la laguna y con más lágrimas en sus ojos, estiró su mano y bebió un sorbo de agua. De inmediato, al levantar la mirada, en el horizonte se elevó una bruma anaranjada, teñida por el sol de la tarde, de una textura muy similar a la de sus hojas de vegetales secos. Sobre ella, un trazo de bambú fue haciendo un gran dibujo. Nunca se va a saber exactamente lo que Hil-Helem vio, pero por cómo crujió el muelle, seguro fue una muestra de su destino. Cuando la bruma se diluyó, sin que le dejen de caer lágrimas, se quedó ahí hasta el anochecer.
En los próximos días nada cambió a su alrededor. Pasaba los días enteros en el muelle y las noches enteras frente a la chimenea. Parecía estar preparándose para algo y de sus ojos no dejaban de caer lágrimas. De a poco, adentro suyo, Hangalar dejó de ser su lugar, su casa dejó de ser su hogar, Hil-Hor dejó de ser su hermano y ella ya no se reconocía como Hil-Helem.
Cuando el tiempo se detuvo por causa del encuentro de Ageless con Xerjo y Astrid, ella fue una de las únicas en todo el golfo que continuó moviéndose naturalmente y fue en ese momento donde cayeron sus últimas lágrimas. Los bordes de su corazón eran los bordes de su cuerpo y su mirada el aliento del alma. Mientras todo su alrededor seguía quieto, tomó una gran manga de cuero que perteneció a su abuelo Hil-Tar y fue hasta el muelle. La llenó con agua de la laguna y la bebió toda de una sola vez. Luego la volvió a llenar y la tapó bien fuerte para que no se vuelque ni una gota. Volvió a su casa y se recostó frente a la chimenea a esperar el nuevo amanecer.
El sol salió y por la hendija del costado de la puerta el mismo rayo inquieto la despertó dulcemente. Se levantó y fue hasta la ventana. Luego tomó la manga llena de agua, sus lápices y se puso aquella ropa que nunca se había puesto. Salió, hizo en el muelle lo mismo de cada mañana, pero esta vez, después de apoyar sus pies en la madera y escuchar el primer crujir del día, en lugar de caminar sobre él hasta el agua, fue hacia atrás y bordeando la laguna se fue caminando hacia el Sur.
Después de caminar un rato, cerca de los arbustos donde vio por primera vez a Xerjo y antes de perder de vista la laguna, hizo un pequeño agujero a la manga para que gotee lentamente a medida que se alejaba. Estas gotas que caían, al tomar contacto con la tierra, se transformaban en diamantes que señalaban de manera muy sutil por dónde se había ido. Desde entonces, en las noches de luna, desde muy alto en el cielo, los resplandores de los diamantes marcan aquel recorrido de Hil-Helem.
Así caminó durante muchos días y se internó en las montañas hasta que llegó al Río Cristal que cruza el corazón del Cordón Montañoso del Sur. Se detuvo y a su izquierda, vio lejos la cima del cerro de Nathingar. Bebió del río y su agua era tan pura que decidió entregarle a la corriente caudalosa la gran manga de cuero que ya estaba vacía. La observó bailar sobre la corriente entre las rocas y con una bella sonrisa en su cara, se hizo a un lado el flequillo y corrió tras ella bordeando el río. Corrió y corrió y la naturaleza la recibió con amor. Corrió y bailó y los árboles la invitaron a cantar y fue así como Hil-Helem emitió sus primeros sonidos. Corrió y cantó tan feliz y plena, que por ir tras su manga llegó a la “Olla del Origen”. Un lugar mágico donde la naturaleza es quien reina. Una gran olla de aguas bellas y transparentes en el medio de un valle totalmente virgen jamás habitado por nadie, donde el Río Cristal llega para renovar su pureza y luego continuar. Ahí, enredada al costado, estaba la manga de cuero y Hil-Helem dejó de correr. La desenredó y al levantarla notó que se había llenado sola y ya no goteaba, entonces estiró sus dos manos y bebió de la olla y su alma se sintió en casa. Era la misma agua de La Laguna Solitaria. Entonces se asomó y no se vio reflejada, pero no se alarmó, sino que rio y cantó. Y Hil-Helem se quedó ahí y no se volvió a ir jamás. Se quedó y solo cantó y dibujó. Dibujó tanto que el Río Cristal repartió sus dibujos por todo el Gran Golfo hasta el final de los días. Y cantó tanto que comenzó a emitir sonidos tan profundos, bellos y únicos que se entremezclaron con el paisaje. Tanto se mezclaron que hoy se dice que en el sonido de los ríos, desde la más ínfima cascada hasta el más caudaloso torrente, suena el alma de los antiguos cantos de la bella Hil-Helem.

(3)
 La madre de Eujin

Ella nunca hubiese podido llegar a la caravana y continuar con su vida sin la ayuda de aquel Barro que no se resistió al verla y la enamoró adentro del ritual, y que después se convirtió en el padre de Eujin. Si bien no murió, su vida no fue nada fácil de llevar adelante, al punto que en varias etapas prefirió haber muerto en aquella isla. Lo único que la mantuvo viva hasta ahora fue el amor profundo que siente por su hijo. Haber habitado aquellos rituales le dejó marcas tan fuertes en el cuerpo que jamás pudieron borrarse. A medida que los años pasaban, su cuerpo se le iba consumiendo lentamente hasta que la dejaron empotrada en esa cama, piel y hueso. Ella sabía en lo más hondo de sus adentros, que el amor era lo único que la podía salvar de las heridas de esa isla. Pero su amor quedó allá y siempre sintió que nunca más lo iba a volver a encontrar en otro lado. Por eso desde aquel momento, empezó a perder partes de su alma día a día, y el amor a su hijo solo hizo que el deterioro sea más lento.
Fue así que ésta mujer, mamá de Eujin, cuando los tres jóvenes salieron de su carpa para emprender el viaje hacia Silenir, se le intensificó el deterioro más allá de haber sentido un poco de fuerza cuando vio a Astrid a los ojos. En la caravana siempre creyeron que lo que tenía era una enfermedad, pero ella profundamente sabía que no era así.
Esa noche la ausencia de los tres jóvenes, pero sobre todo la de Eujin, se sintió fuerte en la caravana. Sin embargo todos sentían que iban a volver pronto. El estar acampando tras el Portón de Ofran hizo que estos días de la caravana sean muy tranquilos y placenteros más allá de sus ausencias. Los cantos y bailes eran más frecuentes y las actividades colectivas mas compartidas con las Abuelas y Abuelos del pueblo. Cuando la amiga de toda su vida entró en la carpa para darle la cena, se sorprendió mucho del estado en el que la encontró. No podía creer cómo se había consumido de un día para el otro. Su rostro no pudo disimularlo y ella, al notarlo, solo esbozó una leve sonrisa en su cara. La amiga la acomodó en la cama y antes de darle la comida en la boca, le dio un abrazo cargado de calor y esperanza. Esa noche la pasó como pudo y la amiga, avisando a toda la caravana que ella estaba peor, armó una cadena de compañía para que no quede sola ni un solo minuto.
Tres días habían pasado desde que Eujin había partido y no había novedades de ninguno de ellos. Lo único que había llegado a Ofran como novedad es que la Arboleda Norte ya era territorio de los Odeis y que era imposible salir con vida de ella. Esta noticia tuvo en la madre un fuerte impacto y esa noche, luego de cerrar sus ojos después de cenar, un fuerte dolor la tomó y su cerebro dejó de funcionar. La persona que estaba con ella se dio cuenta a la mañana siguiente y esto cubrió de angustia toda la caravana. Los cantos y bailes, con el venir de los días, se escucharon menos hasta que callaron. Nadie sabía muy bien qué hacer. Solo la cuidaban atentamente y esperaban la llegada de Eujin para levantar el acampe y continuar.
A los pocos días, cuando Astrid se encuentra con Xerjo en Arise-Dol y el anciano del sueño se les hizo presente, su corazón dejó de latir. Una congoja inmensa cubrió la caravana y a todo el pueblo de Ofran tras su muerte. Ante la ausencia de Eujin, su amiga de toda la vida se encargó de que descanse en paz. Sabiendo cuáles eran sus últimos deseos, pidió que se tejiera en el pueblo una manta más grande que el tamaño de su cuerpo para envolverla y así lanzarla al Río Escarpado.
Al otro día, todos estuvieron presentes en la ceremonia donde la despidieron, menos su hijo. Ahí volvieron a sonar nuevos cánticos llenos de melodías melancólicas y desarraigadas, y son los que se siguieron cantando en la caravana desde entonces. Esa noche la cena fue especial y cada integrante del gran círculo hizo una dedicatoria para ella y para su hijo Eujin. Muchos de ellos lloraron al nombrarlos.
Al día siguiente se decidió levantar el acampe y apenas pasado el medio día, el sonido de las bisagras del Portón de Ofran, cerrándose tras ellos, sonaron a despedida. La caravana no continuó bordeando el río hacia El Remolino como lo tenían pensado. Se dirigió hacia el Oeste sin destino fijo y cuentan que con el tiempo, a medida que se alejaban del Gran Golfo, en diferentes grupos la fueron abandonando. Se dice que el día que comenzó La Batalla Final, la caravana al fin se diluyó.

(4)
 El regreso de Milor

Fue así, que Milor necesitó quedarse parado al pie de la escalera hasta ver desaparecer a este grupo de jóvenes que ascendía hacia Deldar, pero especialmente a Xerjo, para ver si alguna parte suya pedía ir con él. Pero nada le sucedió. Solo tenía una profunda certeza de que esta vez tenía que dejarlo ir. Y así fue. Cuando al fin se perdieron de vista, una angustia que jamás había experimentado, lo tomó por completo y cayó sentado mirando la lejanía. La paz que había instalada en todo el golfo parecía haber detenido el tiempo. El viento soplaba suave y aquel rostro por demás risueño se transformó en nostálgico. Su vacío interior no parecía saber con qué llenarse.
En un momento un halcón dorado llegó hasta él. Era Rubeno, el segundo de Viroj, que sus ojos se volvieron color rubí pasando a ser el nuevo guía de la antigua raza de Halcones Dorados. Rubeno, tenía la orden directa de Ageless, de llevarlo hasta su hogar en el cerro de Nathingar, pero también de disponerse a lo que Milor necesitara. Entonces, se acercó y le dijo varias cosas en voz baja. Luego, subió al lomo del ave y ambos levantaron vuelo. Tomando lo que le había pedido, Rubeno comenzó a volar hacia arriba y luego de un rato, detrás de una especie de neblina, apareció a la distancia Deldar. Los ojos de Milor se llenaron de amor al contemplar tanta belleza flotando en el aire. Sin poder llegar tan cerca, Rubeno planeó a su alrededor como ofrenda a Milor y luego, sobrevolando el Mar Donias, retomó hacia el Sur rumbo a Nathingar. En el trayecto, desde lo alto pudo ver la isla de Arise-Dol, luego los Bosques de Etenia y Arcadión y más allá el lejano reflejo de La Laguna Solitaria, que también se hizo presente. Recordando lo vivido en cada uno de los lugares que redescubría desde la altura, parecía estar despidiéndose de lo que ellos llaman la superficie. Su pecho se inflaba cada vez más y sus gestos revivían cada recuerdo. Cayendo la tarde, el cerro de Nathingar se dejó descubrir sobre el Cordón Montañoso del Sur. Con el hilo del Río Cristal allá abajo, le pidió a Rubeno que bajara y que sobrevolara la “Olla del Origen” que tanto había escuchado hablar de su magia. Cuando estaban sobre ella, tomó de su bolsa las piedras mágicas y las dejó caer. Y lloró.
Ya muy cerca del cerro, la cabaña de Xerjo se abrió paso entre la arboleda y Rubeno descendió dejándolo frente a la puerta, que la última vez que se cerró, fue a sus espaldas. Cuando Milor reaccionó, Rubeno ya era solo un punto negro en el cielo, asique quedó completamente solo. El silencio era absoluto. Solo el sonido de la cascada era el gran compañero del momento. Entró a la casa y la luz ya era muy tenue. Prendió un fuego con lo que tuvo cerca para poder recorrerla y ver si todo estaba en orden. En realidad, lo que le pasaba, era que su interior estaba tan convulsionado que no sabía muy bien qué hacer. Cada cosa estaba en su lugar perfectamente ordenada. Por momentos se imaginaba a ambos frente a la chimenea charlando, o a Xerjo yendo y viniendo de un lado para otro, pero esas imágenes no se podían sostener demasiado. Algo ya no habitaba el lugar.
La noche llegó, el fuego se apagó y se quedó sentado en la cama a oscuras esperando la medianoche en compañía de la cascada. Por la ventana se asomaba el nuevo cielo donde ya no estaba La Estrella Mayor, y cuando sintió el momento, bajó de la cama y sin demasiada resistencia abrió la puerta de piedra. Se volvió, sonrió entre lágrimas de felicidad y luego la cruzó cerrándola tras él.
En el interior del cerro, al final de la escalinata, hay una sala donde salen varios pasadizos que llevan a distintos lugares del corazón de la comunidad Erd-Luite. El interior del cerro de Nathingar es tan bello y perfecto, que describirlo merece una historia aparte que hoy no la vamos a contar. Cuando llegó a la sala ya no había movimiento, así que nadie notó su llegada. Tomó uno de los pasadizos y llegó a su habitación tan amada.
Fue muy emocionante la bienvenida que le dieron al otro día y eso lo hizo muy feliz, pero era fuerte para él darse cuenta que gran parte suya todavía estaba en la superficie y que no sabía si alguna vez iba a volver. A los pocos días hizo trabar con cerrojos la puerta de Xerjo y pidió no volver más a la superficie.
Con el paso del tiempo, su cuerpo empezó a sentirse cansado y desde entonces se dedicó a contar y compartir cómo es el oficio de ser guía. Sobre todo, por lo vivido con aquel joven tan especial.
Siempre supo que por haber elegido ser guía, nunca iba a poder llegar a pertenecer a los sabios de su raza, pero grande fue su sorpresa cuando muy a menudo, el grupo de sabios lo consultaba por su experiencia en la superficie.
Al principio, seguía teniendo el impulso de subir cada medianoche, y se encontraba buscando su bolsa de piedras y pensando en cómo estaría hoy Xerjo. Pero de a poco le fue gustando el acostarse temprano y disfrutar del dormir hasta el amanecer. Lo que sí siguió haciendo hasta estos días es cantar la canción que le enseño a Xerjo de niño antes de irse a dormir.
  
(5)
 Destino de Milenar

Fue así que, cuando todo terminó, el Gran Golfo creyó que todo volvería a la normalidad, mucho más aquellos pueblos que se vieron directamente afectados. Pero ¿qué era la normalidad? Nada podía volver a ser lo mismo. Para Milenar, haber comprendido y entregado su objeto de adoración, hizo que los Señores del Desierto tuvieran que reinventarse, pero no sin pasar por una larga etapa de vacío.
Durante los primeros tiempos continuaron con sus mantras y eso pareció impactar en El Alto Dorado, por que recibieron la orden directa de Ageless de ser los guardianes de la escalera. De esa manera, les devolvían parte del sentido a su pueblo. Su trabajo no era evitar que la gente ascendiera sino concientizar de que ese ascenso no era para cualquiera. En un principio, solo un grupo de ellos se instaló en La Fisura, pero empujados por su devoción y la necesidad de abastecer a los guardianes, fueron marcando un camino que la unía directamente a Milenar.
Y así nació el Camino Dorado que cada tres lunas recibía grupos de Señores y Señoras, niños y niñas para cantar el mantra al pie de la escalera. Toda esta generación de Señores del Desierto se ocupó de hacer del Camino Dorado un tránsito seguro y placentero. Crearon un sistema de riego desde el Río Cristal y otro desde el Mar Donias para darle vida a las arboledas que lo resguardaban. Con el tiempo, hacer el Camino Dorado se transformó en una especie de iniciación para aquellos y aquellas jóvenes que llegaban a la adultez.
            Hasta que aquel grupo de niñas y niños que habían recogido todos los dibujos que llegaban de Hil-Helem, se iniciaron y llegaron a la adultez. Con la inquietud de búsqueda que llevaban en la sangre, comenzaron a intentar comprenderlos, porque sucedió que algunos de ellos llegaban en momentos donde anticipaban lo que iba a acontecer. Sin que los antiguos Señores del Desierto lo supieran, las nuevas generaciones iban forjando un nuevo sentido para Milenar.
            Llegaron a ser adultos y sus hijos pasaron a ser los vigías del Río Cristal. Sobre La niña sin tiempo, que había sido encontrada intacta en una recorrida de rutina tiempo atrás, recorrían todo el río no dejando pasar ni uno solo de los dibujos, que ya aparecían más distanciados unos de otros. Cuando el último Señor que había participado de la Batalla Final dejó el Gran Golfo, se reconstruyó el sentido de Milenar. Se hizo un nuevo mantra con el escrito del bote y, sin llegar a saber nunca su nombre, empezaron a adorar a aquella niña visionaria.
            Cuando aquel grupo de niñas y niños llegaron a ser acianos y ancianas, lograron comprenderlos y tomaron una importante decisión. Sin dar explicaciones, decidieron abandonar el oasis y, por el Camino Dorado, trasladaron todo Milenar hasta La Fisura. Un nuevo grupo de profecías, en otro lenguaje, había echado raíces en los nuevos Señores del Desierto.
            Mucho tiempo pasó. Tanto que ya eran pocos aquellos que conocieron la antigua Milenar. Tanto que el desierto dejó de ser aquella tierra segura que les dio vida como pueblo.
            Mucho tiempo pasó. Tanto que aquella niña tomó entidad. Tanto que el Desierto Dorado comenzó a temblar.         
  
(6)
 La muerte de Kisdor

Fue así que, en el tramo final de esta parte de la historia, el poder de La Tabla era incomparable. Cuando encandiló a Eujin al pie de La Escalinata aún inconclusa, éste pudo abrir sus ojos verdaderos y ver el sentido de su extraña existencia. El brillo le otorgó a sus ojos oscuros la capacidad de mirar a Kisdor cara a cara sin ser dañado. Eso hizo que Kisdor no tuviese con qué defenderse cuando Eujin lo tomó por sorpresa dentro de su propio territorio. Todo artilugio que lanzaba para cegarlo, rebotaba en La Tabla y volvía a él flagelándolo cada vez un poco más. Eujin era solo el portador, su verdadera lucha era contra el poder de Altaj Oron. En esa lucha fueron descendiendo, hasta que cayeron en el corazón mismo del volcán donde descansaba la pieza génesis del Fuego Helado, creada por él mismo. Entrequen Pire los siguió siempre escondida en la oscuridad de las cavernas esperando el momento justo para arrebatarles La Tabla. Sintiéndose vencido y desorientado, Kisdor tomó la pieza y como último recurso, la lanzó contra él. Entrequen Pire, sorprendió a Eujin por la espalda dándole un gran golpe, y La Tabla voló por el aire. Eujin cayó adentro de una caverna, y Kisdor y Entrequen Pire, quedaron observando con sus manos vacías cómo la pieza génesis impactaba contra La Tabla. Al instante se produjo una poderosa explosión que destruyó ambas cosas. Producto de la explosión, Kisdor y Entrequen Pire, fueron atravesados por las esquirlas de ambas piezas y sus cuerpos cayeron muertos al corazón del volcán. Cuando Eujin se puso de pie, vio a Kisdor resecarse y por los agujeros que le habían hecho las esquirlas, emanaba una nube oscura y tenebrosa que cubrió todo el lugar. Démonon se hacía presente con un ensordecedor grito de muerte. Al instante, el ardor del gas quemó la vista de Eujin y nunca más volvió a ser el mismo. Antes de que el volcán entrara en la erupción que detuvo la gran batalla, Démonon abrió un agujero en la roca y se escabulló en la oscuridad impenetrable. Antes de ser alcanzado por el magma, Eujin cayó sin quererlo dentro del mismo agujero. Démonon está instalado en lo más profundo de la tierra para descansar y crear lentamente su nueva forma.